Alfonso de Valdés autor de

'La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades'

Alfonso de Valdés, escritor y secretario para cartas latinas del emperador Carlos V, había nacido en Cuenca, a finales del siglo XV, no se sabe exactamente en qué año, pero lo que sí que se ha descubierto recientemente es que él y su hermano Juan, autor del Diálogo de la lengua, eran gemelos. Lo acaba de demostrar Manuel Amores (Papeles del Huécar, nº 15, abril-mayo 2004, p. 28) al exhumar el testimonio de "Sancho Muñoz, vecino de Cuenca", que el 16 de junio de 1513 declara, como testigo, lo que le dijo Fernando de Valdés, el padre de los escritores: "que tenía guardadas las camisicas en que habían salido envueltos sus dos hijos del vientre de su madre, de los que nacieron de una ventregada" (y parece referirse a esos dos hijos, spuesto que hay testimonios sobre su gran parecido; ya Erasmo los llamaba "gemellus"). Fernando de Valdés fue regidor de esa ciudad; su madre, María, descendía de familia judía conversa. A su tío materno, Fernando de la Barrera, capellán de la iglesia de San Salvador de Cuenca, la Inquisición lo acusó de ser judío relapso, lo procesó en 1491 y lo condenó, sin pruebas, a ser quemado. Tanto a su padre –de abuela paterna conversa– como a su hermano mayor, Andrés, los procesaron años más tarde por “fautoría de herejes”, es decir por oponerse a al actuación del Santo Oficio; la pena que se les impuso fue mínima, una multa con vergüenza pública.

Los primeros datos que tenemos sobre la vida de Alfonso son tres cartas que escribe en 1520 desde Bruselas, Aix-la-Chapelle, y, en 1521, desde Worms, en la corte del Emperador. Se las dirige al que seguramente fue su maestro, el humanista Pedro Mártir de Anglería. Desde entonces hasta su muerte está al lado del Emperador desempeñando cargos en su cancillería; Mercurino Gattinara, el gran canciller, fue su apoyo en la corte. Se cartea con Erasmo, al que admira profundamente, y cuya doctrina divulga en España e inspira su obra, y con otros humanistas europeos. Alfonso participó en las conversaciones entre los luteranos y los representantes del Papa en la dieta de Augsburgo –había muerto ya Gattinara–, sin que su espíritu conciliador consiguiera que las partes enfrentadas evitaran la ruptura que llevó al cisma protestante. Su muerte repentina truncó una destacada carrera política junto al Emperador.

La correspondencia oficial con su nombre y la que se nos conserva entre el escritor y sus amigos, desde Erasmo a Maximiliano Transilvano, Pedro Juan Olivar o Juan Dantisco, el obispo de Culm y embajador de Polonia, nos van dando fechas y lugares en la vida de Valdés. Está con la corte en los Países Bajos en 1520 y 1521; desde 1522 a 1529 en España (Valladolid, Tordesillas, Madrid, Toledo, Granada, Valladolid, Palencia, Burgos, Valencia, Madrid, Toledo, Zaragoza y Barcelona); en 1529 va con el Emperador y la corte a Italia (en Bolonia, Gattinara recibe el cardenalato, y Clemente VII corona al Emperador el 24 de febrero de 1530). Participa en las conversaciones de la Dieta de Augsburgo; escribe desde esta ciudad al cardenal de Rávena, Accolti (desde julio a septiembre de 1530) y la “Relación de lo que en las cosas de la fe se ha hecho en la Dieta de Augusta”, en septiembre de 1530. Luego estará con la corte en Colonia, Bruselas, Gante, Bruselas, Ratisbona (se conservan cartas de Valdés desde esta ciudad de octubre de 1531 a septiembre de 1532), Passau y Viena, donde muere el 6 de octubre de 1532.

Esa posición privilegiada en la corte le protegió de las acusaciones del nuncio del papa Clemente VII, Baltasar de Castiglione, por haber escrito su primera obra, el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. En este diálogo entre Lactancio y el arcediano del Viso a propósito del saco de Roma y prisión del Papa por las tropas del Emperador en mayo de 1527, Alfonso de Valdés presenta el saqueo como voluntad de Dios, exime de culpa a Carlos V, señala la corrupción de la jerarquía eclesiástica y acusa al Papa de desempeñar mal su oficio. Ni este diálogo, ni el que escribe a continuación, entre 1528 y 1529, el Diálogo de Mercurio y Carón, fueron impresos en vida del escritor; circularon manuscritos y anónimos. Se publicaron en Italia, seguramente poco después de su muerte, sin que figure en la edición dato alguno de lugar, año o impresor. Se atribuyeron siempre a su hermano Juan. A fines del siglo XIX se le devolvió la autoría del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, y hasta 1925 no se le reconoció –lo demostró Marcel Bataillon– que también era el autor del Diálogo de Mercurio y Carón.

En el año 2002 recobra, por fin, la autoría de su tercera obra, la más espléndida, La vida de Lazarillo de Tormes. Debió de ser impresa por primera vez en Italia; en 1542 se publica en Sevilla un libro, el Baldo, que adapta y amplía un poema en latín macarrónico, el Baldus, del italiano Teófilo Folengo; tiene ya huellas evidentes de que su autor había leído el Lazarillo. Alguien llevaría un ejemplar a España, después de arrancar un folio –de peligrosa lectura–, y aquí se imprimiría otra vez, antes de 1548, porque la Representación de la parábola de san Mateo de Sebastián de Horozco, que se puso en escena ese año, tiene también huellas de que su autor había leído la obra (y lo evidencia más la Representación de la historia evangélica de san Juan). Horozco tuvo en sus manos una impresión del Lazarillo.

ROSA NAVARRO DURÁN