Alfonso de Valdés autor de

'La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades'

NOVELA PICARESCA, I


Alfonso de Valdés, La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades
Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache
Edición de Rosa Navarro Durán
Segunda edición revisada y con una adenda
Madrid, Biblioteca Castro, 2011.

Adenda: pp. LXXIX-CXV.
ADENDA A LA SEGUNDA EDICIÓN.

Retrújeme en mi posada y nunca entendí en nada sino siendo llamado. Nunca lo fui sino tiniendo de mí necesidad; no dejé de decir mi parecer, y aun dilo por escrito. Pareció a algunos que no convenía que se viese, no porque no fuese al propósito del negocio, mas porque no se me diese más autoridad de la que a ellos convernía.

ALFONSO DE VALDÉS en carta al cardenal Accolti, Augsburgo, 24. X. 1530

Soldado de la guerra perdida de la vida,
mataron mi caballo, casi no lo recuerdo.
JAIME GIL DE BIEDMA

1. SIETE AÑOS DESPUÉS

Alfonso de Valdés fue un perdedor: escribió dos Diálogos magníficos, los mejores de la primera mitad del siglo XVI, y la más espléndida creación literaria de ese siglo y una de nuestras obras más universales: La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades. Pasaron cientos de años hasta que en la historiografía literaria el apellido Valdés se unió al nombre de Alfonso como autor de sus Diálogos, y todavía hoy es solo uno de los posibles para la autoría de su Lazarillo en esa sacralización impresa de la historia de las obras literarias y de sus creadores. Como él le decía en la carta antes citada al cardenal Accolti: "Faltome al mejor tiempo el gran Canciller" [Valdés, 1996: 226], y sin Gattinara él no tenía ya la fuerza como negociador en la dieta de Augsburgo ni hubiera podido resistir las presiones de sus enemigos; solo ocuparía un par de años más su lugar privilegiado junto al Emperador porque la muerte, en figura de peste, fue a su encuentro en Viena, el 6 de octubre de 1532. En su testamento no olvidaría a su gran protector, que fue el mejor jurista de Europa, porque una de sus mandas dice: "A Madama de Liguana, condesa de Valencia, hija del gran Canceller, que está en gloria, mando la tabla del diamante que me dio el marqués del Gasto" [Valdés, 1996: 275]. A su hermano Diego le dejará la taza de oro que le dio el duque de Mantua, y esas dos joyas nos pintan muy bien su posición privilegiada en la corte de Carlos V.

En 1607 el bibliógrafo flamenco Valerio Andrés Taxandro atribuyó por primera vez el Lazarillo a Diego Hurtado de Mendoza; un año después Schott repitió la atribución, y Tamayo de Vargas lo hizo en 1624 [González Palencia / Mele, 1943: III, 207-208]. El estilo de las obras y las preocupaciones del hijo del conde de Tendilla y bisnieto del marqués de Santillana, embajador del Emperador en Venecia, en Roma y en Siena, nada tienen que ver con el relato de Lázaro, un pobre que es víctima y testigo de la corrupción de cinco miembros de la iglesia y de la vanagloria y miseria del escudero de origen judío que presume de ser de Castilla la Vieja. Numerosos eruditos lo han puesto de manifiesto; pero en 2010 la exhumación de un documento referente a un Juan de Valdés (muerto en abril de 1599), testamentario de Juan López de Velasco, que a su vez fue el tercer testamentario de Diego Hurtado de Mendoza y editor en 1573 del Lazarillo expurgado tras la Propaladia de Torres Naharro, llevó a Mercedes Agulló a volver a la atribución tantas veces desechada. Como analizo con detalle su argumentación, sin base alguna, en el prólogo a La segunda parte de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, que sí es de Diego Hurtado de Mendoza, como demuestro, remito al lector interesado a esas páginas [Hurtado de Mendoza, 2010: XXI-XXVIII]. Solo destaco el dato que nos aporta el documento: la confirmación de que el noble granadino fue el autor de la Guerra de Granada, ya que en el inventario figuran "unos quadernos y borrador de La rebelión de los moriscos de Granada y otras cosas de don Diego de Mendoça"[Agulló, 2010: 37]. El ítem que sigue en el inventario –que nada tiene que ver con el anterior, como sucede en las enumeraciones de tal tipo de documentos– fue la supuesta "prueba" para la autoría del Lazarillo, "un legajo de correçiones hechas para la ynpressión de Lazarillo y Propaladia", y, como es evidente, se refiere a la edición citada del censor Juan López de Velasco: Propaladia de Bartolomé de Torres Naharro, y Lazarillo de Tormes. Todo corregido y emendado, por mandado del consejo de la santa, y general Inquisición. Impresso con licencia y priuilegio de su Magestad para los reynos de Castilla y Aragón. En Madrid, por Pierres Cosin. MDLXXIII. Son para esa impresión las correcciones de Juan López de Velasco de los dos textos mencionados, un editor que supo distinguir muy bien entre la espléndida creación que es La vida de Lazarillo de Tormes y la mediocre La segunda parte de Lazarillo de Tormes, impresa por primera vez en Amberes por Martín Nucio, en 1555, junto a esa obra a la que fingía continuar. Alfonso de Valdés es el autor de la primera, y precisamente Diego Hurtado de Mendoza lo es de la segunda, de ahí esa temprana atribución en un ámbito cercano al del impresor Martín Nucio, porque no sería extraño que se mencionase esa segunda parte, impresa junto al Lazarillo, con su mismo nombre; no olvidemos que su primer capítulo, el de los tudescos, pasó a fundirse con la obra original como tratado último y modificó así la transmisión del retrato del personaje de Lázaro.

2. DOS DERROTAS EN EL INICIO DE LOS DOS RELATOS…

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