Alfonso de Valdés autor de

'La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades'

Javier Fresán, "El autor de El Lazarillo" La Gaceta (19 de junio de 2006)

Alfonso de Valdés escribió La vida de Lázaro de Tormes, y de sus fortunas y adversidades. Nacido en Cuenca hacia 1490, fue secretario de cartas latinas de Carlos V, además del mejor prosista de la primera mitad del XVI y uno de los valedores de Erasmo en España. Tuvo que pasar mucho tiempo, sin embargo, para que se le reconociera la autoría del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y del Mercurio y Carón; y ha habido que esperar ¡al año 2003! para que la catedrática de literatura española Rosa Navarro Durán le devuelva su más célebre creación.

Tomen una edición de El Lazarillo y deténganse en el prólogo: quien habla es el autor, que cita a los clásicos y promete cosas "por ventura nunca oídas ni vistas". Lleguen al último párrafo: ya no es Alfonso, sino Lázaro, quien "suplica a Vuestra Merced". Este desorden no es casual: entre el final del prólogo y el comienzo del relato hubo un resumen del argumento de la obra que dejaba clara su intención: criticar la hipocresía de la Iglesia. Sólo con esta página arrancada pudo el texto viajar de Italia a España, donde los tipógrafos hicieron de las suyas. No les contaré qué decía el argumento: leánlo en Alfonso de Valdés, autor del Lazarillo de Tormes (Gredos, 2005), o sigan el camino que conduce a Alfonso en www.elazarillo.net.

Se ha discutido mucho sobre la posible aplicación del método científico a las ciencias sociales. La mayor parte de las iniciativas "científicas" arrojan unos resultados con la misma credibilidad que las encuestas: ninguna. Es por eso que entiendo que no deberíamos hablar de método, sino de enfoque científico: de una mirada argumentativa, a la que la opinión le es del todo ajena. En este marco se encuadran las investigaciones de Rosa Navarro, que ha tenido la osadía intelectual de cambiar la historia de la literatura con las pruebas en la mano.

Estudiando sobre el papel sus ecuaciones, Einstein predijo un universo en expansión, pero la idea le resultó ridícula y tuvo que corregir sus cálculos: "Acaso la constante cosmológica fue el mayor error de mi vida", se lamentaría después. Rosa Navarro tampoco ha necesitado recorrer caminos ni exhumar legajos polvorientos; sólo ha leído los textos de siempre con nuevos ojos. Su enorme biblioteca portátil, su memoria de Funes borgesiano y una lucidez detectivesca han hecho el resto. Pero ella, a diferencia del genial Einstein, sabe que tiene razón. Y yo también.