Alfonso de Valdés autor de

'La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades'

Estella, Cénlit Ediciones, 2010. ISBN: 978-84-966634-48-0.
Dep. Leg.: NA-1129-2010.

LA VERDAD SOBRE EL CASO DEL LAZARILLO DE TORMES

ROSA NAVARRO DURÁN


Con corazón limpio y grande sufre las
fortunas y adversidades.

Vida de Esopo.

PRÓLOGO

La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades es una obra maestra de la literatura española. Se trata extensamente de ella en todas las historias de la literatura, pero no se resuelven una serie de interrogantes que el lector puede plantearse al leerla. Si queremos aceptar lo que no entendemos como si fuera materia de fe, podemos seguir repitiendo lo que siempre se ha dicho; pero tal vez sería conveniente empezar a aplicar una reflexión lógica sobre un texto espléndido, pero que nos ha llegado imperfecto.

Se edita como obra anónima y, aunque se supone que fue escrita cerca del año de las cuatro ediciones que nos han llegado, 1554, no hay dato alguno en ellas que nos indique que sea cierta esa afirmación. Inicia un género literario, la picaresca, y así se clasifica siempre, pero no aparece en toda la obra la palabra "pícaro" ni se conforma con tal comportamiento el de su protagonista. Se dice que es una carta, pero ni Lázaro sabe escribir porque nunca ha ido a la escuela ni él dice que sepa, ni tiene tampoco el texto el comienzo y el final que caracteriza a una carta.

Y además hay zonas oscuras dentro de la propia conformación de la obra: no se sabe quién es "Vuestra Merced", la misteriosa persona a quien Lázaro le cuenta supuestamente su vida. Ni tampoco podemos imaginar cómo ella puede estar interesada en saber la vida de alguien que no conoce, como se deduce claramente del texto.

Es casi imposible cambiar lo que dicen las historias de la literatura porque la repetición de las opiniones de quienes las escribieron las ha sacralizado convirtiéndolas en verdades indiscutibles. Y sin embargo, sería conveniente modificar lo que pueda demostrarse que no está bien formulado, y quitar las etiquetas –a las que somos tan aficionados– que se pusieron por error en una obra literaria: este es el caso del Lazarillo de Tormes.

Voy primero a partir del propio texto para poner de relieve los datos que hay en él y que indican los errores de la lectura convencional que se suele hacer. Luego situaré en el tiempo las referencias históricas que tiene para demostrar como sólo se pudo escribir muy poco después de 1529. La fecha ad quem de su impresión se puede establecer gracias a los ecos que de ella hay en una obra literaria, el Baldo, y unos años más tarde, en las Representaciones de Sebastián de Horozco.

Después de colocar las piezas de la construcción del texto en su sitio, no sólo cobra nuevo sentido la obra, sino que esta nos dibuja nítidamente a un escritor muy preocupado por el comportamiento de los miembros de una iglesia corrupta, necesitada de reforma, y de los cortesanos vanidosos y ociosos: unos y otros son la diana de su agudísima crítica.

Otra pincelada de su retrato nos la da, casi al comienzo de la obra, el recuerdo de una derrota de Fernando el Católico, la de Gelves, y el contraste con el momento evocado al final, que representa el máximo triunfo del Emperador, cuando entra en Toledo y tiene prisionero al rey de Francia en Madrid. No es un hecho de guerra, sino un momento de paz absoluta en todo el territorio imperial, y es la víspera de las Cortes toledanas en que Carlos anuncia su matrimonio con Isabel de Portugal, un acierto en todos los sentidos.

Sólo un fiel cortesano del Emperador y a la vez un erasmista pudo escribir La vida de Lazarillo de Tormes; si además era un prosista excepcional, no es difícil ver cómo se dibuja claramente un retrato, el del escritor conquense de origen judio Alfonso de Valdés, el principal valedor de Erasmo en España, secretario de cartas latinas del Emperador y representante suyo en la dieta de Augsburgo, autor de dos Diálogos en donde la sátira apunta al mismo blanco que la del Lazarillo y cuya fidelidad al Emperador es incuestionable. Es además el mejor prosista de la primera mitad del XVI, el mejor escritor posible para la más espléndida creación literaria de ese tiempo.

La demostración de esas afirmaciones ocupan otra parte de este libro, en donde enumero concordancias lingüísticas significativas entre las tres obras del escritor conquense y analizo las temáticas. Luego me detengo en unas palabras del texto del Lazarillo: la jerigonza que le enseña el ciego a Lázaro tiene otro significado del que se le da, y es imposible que se dijera en la obra original que Lázaro brincaba a su hermanito para que se calentara. Otros textos me dan los datos para demostrarlo.

Alfonso de Valdés fue un humanista, un lector voraz de los clásicos y de sus contemporáneos, de la literatura fabulística sapiencial como Vida de Esopo, Bocados de oro y Calila e Dimna, y también de Boccaccio y de Masuccio, y un admirador de nuestra literatura, de El conde Lucanor, el Libro de buen amor, de La Celestina y los relatos dialogados que la imitaban, y de las comedias de Torres Naharro. En La vida de Lazarillo de Tormes afloran esas lecturas, algunas dejaron en él un rastro marcadísimo como dos de las novelas de Masuccio; otras, pequeños detalles, como la Crónica carolingia; esa es la auténtica literatura, la que bebe de la corriente literaria, la transforma y la enriquece. Como he analizado en anteriores ensayos las huellas de esas lecturas que asoman en sus obras [Navarro Durán: 2003, 2004, 2006b, 2008], destaco sólo algunas para mostrar que La vida de Lazarillo de Tormes pertenece al género cómico, y añado más; así va saliendo a la luz la riqueza literaria que atesora esa obra maestra de nuestra literatura.

Su personaje no es un pícaro, sino un mozo de muchos amos, como lo fueron Pármeno, Sempronio o Rampín, y acaba siendo pregonero de Toledo. Como tal, es personaje de comedia, el terreno de la imitación de la vida, del espejo de costumbres, de la imagen de la verdad; sólo que su autor lo creó para que disparase en su nombre flechas satíricas contra dianas que le preocupaban mucho: miembros corruptos, viciosos, de la iglesia, y cortesanos que estaban dispuestos a mentir a un señor para tenerlo contento, pero mientras lo encontraban, se morían de hambre y de vanidad.

La venta de bulas, la mezquindad de clérigos avariciosos que viven de la caridad y que no sólo no la practican, sino que explotan a sus criados, la creencia supersticiosa en la eficacia de oraciones rezadas por quien no cree en ellas y, por último (pero no en último lugar), la lujuria de frailes que "calzan" y "rompen zapatos" y de arciprestes amancebados que disimulan casando a su amante con un supuesto simple: ese es el desfile contra el que disparó sus flechas verbales Lázaro de Tormes, porque era Lazarillo y hablaba por boca de Alfonso de Valdés. Y su nombre es significativo, no sólo por Lázaro, sino por Tormes (un río no localiza a una persona), como demuestro, porque nada está puesto al azar en esa breve y agudísima obra que está formada por la declaración de un pobre mozo de muchos amos, analfabeto, pero de lengua afilada.

La vida de Lazarillo de Tormes fue una obra prohibida porque decía mucho, "cosas nunca oídas ni vistas", y su lectura a lo largo de los siglos ha ayudado mucho a ocultarlas.

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